domingo, 11 de julio de 2010

$5.70

$5,70

Por lo general en las escuelas el personal femenino es mayoría, así que, cuando hace falta realizar algún trabajo pesado se recurre a la buena voluntad de los pocos hombres que hay en estas instituciones.
Era febrero, las clases todavía no habían comenzado.
Durante todo el año anterior en la escuela estuvimos juntando diarios y cartón para vender y así contar con algún dinero más para la cooperadora.
La escuela está ubicada en un barrio de gente trabajadora, del que podríamos decir un “barrio normal”; pero cerca, muy cerca está la pobreza, tanta pobreza que se llama miseria y desde aquí vienen nuestros alumnos.
Fuimos a vender los doscientos setenta kilos de papel al corralón de la vuelta, ahí a las puertas de la villa; mientras esperábamos ser atendidos llegó una mujer con un carrito, imposible calcular su edad, estaba gastada por esta vida que nos es vida; era una mujer bajita, mirada triste, creo que todavía tenía en su boca algún diente, ropa rota y sucia, paso cancino; A penas podía transportar su propio cuerpo y debía lidiar con un carrito de ruedas oxidadas, tan oxidadas como ella misma. Tenía un par de botellas, algunos diarios y otras cosas imposibles de descifrar, pero eran seguramente la diferencia entre un pedazo, sólo un pedazo de pan o el hambre total de ese día.
Quedé perplejo ante tanta miseria, no atiné a nada, a la tarde al llegar a casa tenía culpa por no haber reaccionado.
Es que el pago a tanto esfuerzo, de quizás muchas horas de caminar y buscar fueron $5,70.

Luis M Valero (H)

Gracias a la tecnologìa

Gracias a la tecnología


Era viernes; viernes peronista, 17 de octubre.
Él se levantó como todos los días, creyendo que era un día más en su vida, que le dio muy buenas y algunas malas.
Fue a trabajar y luego a celebrar una salida con sus compañeros de laburo; pero volvió temprano, es que después de los 30 la mayoría de los mortales tienen responsabilidades familiares que cumplir.
Sin que lo supiera habría algo distinto, Dios quiso hacer que ese viernes fuera especial.
Estaba aburrido, quizás algo triste y melancólico, se le notaba en la mirada que nadie miraba, se sentó y encendió la compu como tantas otras veces para pasar el rato, para olvidar por un poco su soledad o mejor aún, para compartir su soledad con otras soledades anónimas.
Así comenzó a navegar por ese mar infinito, hasta que la encontró, una luz brillante, un faro iluminando en noche sin luna.
Era ella navegando en la misma inmensidad; la charla fue sucediendo hasta olvidar que eran soledades anónimas.
Dios no sólo hizo especial ese viernes sino también ese sábado, es que la madrugada los sorprendió ya no sólo charlando, estaban compartiendo parte de sus vidas; pero todavía nada hacía sospechar que sus vidas cambiarían.
Ella, audaz, le preguntó sobre su fin de semana; él lento, quizás por el cansancio ya que sus ojos formaban casi a esa altura parte del teclado, respondió que por la tarde tenía que lavar el auto y luego tenía un asado familiar.
Ella no contestó, hubo silencio en el teclado.
Él reaccionó, entendió ese silencio, comprendió que esa pregunta llevaba intencionalidad y lo más rápidamente posible contestó que los planes podían cambiar.
Quedaron en encontrarse esa misma tarde a las 17 hs en placita Serrano.
Ella corría con ventaja ya que él le había mandado una foto junto a su sobrina (mostraba su alma paternal), él sólo confiaba en que ella llegaría al lugar establecido.
Se vieron y se reconocieron al instante, él sonrió y se saludaron por primera vez, continuaron su charla en el bar teniendo como testigo de ese maravilloso encuentro la tarde soleada de ese sábado de primavera.
Dios no sólo hizo especial ese viernes y ese sábado sino también todos los días siguientes.
Los encuentros se sucedieron y lo más espectacular de todo es que ya no son dos soledades.

Luis M Valero (H)