sábado, 15 de mayo de 2010

La partida

La partida

Esta es una historia sin final, no es inconclusa, simplemente es una historia que aún se sigue escribiendo.
Por capricho, voy a comenzar a narrar estos acontecimientos a partir de un 30 de mayo, el día “D” pudo haber sido cualquier otra fecha, no importa, nada cambia.
El personaje puede ser fruto de la ficción o real; pero como ya mencioné, no importa, nada cambia.
Lo cierto es que, para este pobre individuo no iba a ser un día más, su vida cambiaría radicalmente porque al fin tomó la decisión que debía tomar, fue la más difícil en sus 30 veranos de existencia; tarde, seguramente la tendría que haber llevado a cabo dos años atrás, se hubiera ahorrado mala sangre, disgustos y tristezas, quizás estuvo a la espera de algún cambio; pero no, nada extraordinario sucedería.
Lo que seguramente lo mantuvo a la espera todo ese tiempo fue su estructura mental tan esquemática y estereotipada; él se había casado para toda la vida, hasta que la muerte los separe, por lo que no podía defraudarse así mismo faltando a su promesa.
Por fin entendió que aunque la muerte no se llevó a alguno de los dos, si se llevó al amor que en algún momento los unió. Se había llegado a un punto tal que la convivencia se hizo insostenible, insoportable y con tal grado de desconfianza que dejaba el auto a varias cuadras y cuando llegaba a su casa escondía los documentos y todo aquello de valor por si acaso.
Esa noche, la del 30 de mayo, no pudo conciliar el sueño, no era para menos, debía ultimar cada detalle, nada tendría que salir mal, ni hacer sospechar a la otra parte de la decisión tomada, no podía darle esa ventaja.
Una vez que ella se fuera a trabajar, él llamaría a su hermano y padre para que lo ayudaran con una mudanza rápida y así nunca más volver.
Amaneció, esperó y concretó el plan.
Se la jugó a la espera de lo que pudiera suceder, sabía que tenía todas las de perder, nunca ella le quiso firmar delante de un escribano el abandono de hogar con su consentimiento. Asesorada quizás, esperaba este desenlace.
Alguien podría pensar que ella se resistía a la firma porque, a pesar de todo, aún lo amaba, que haría todo lo posible para revertir la situación. No fue así, ya tenía otro amor que la cobijaba, sólo quería hundirlo, reventarlo y humillarlo. Casi lo logra.
Los dos meses siguientes vivió con sus padres, que junto a su hermano fueron los puntales para sostenerlo. Durante este tiempo casi no se notaba en él rastro o síntoma de tamaña decisión, sentía que no estaba sufriendo como se imaginaba en esas noches de insomnio.
Sus padres lo llevaron, para mimarlo, a su lugar preferido, a la majestuosidad de los lagos e inmensidad de las montañas del sur, allí compartieron tíos pacos y cobijo familiar.
Al fin consiguió alquilar un departamento y así comenzó una nueva etapa para la cual no estaba preparado.
La primer noche fue terrible, le cayeron todas las fichas juntas, estaba solo, pensaba y esos pensamientos le taladraban la cabeza; ya nadie llegaría, ni nadie lo volvería a esperar, al despertar cada mañana seguiría solo, esas ideas lo desesperaban.
Lloró, lloró mucho, toda esa noche fue tan fría y larga como el invierno antártico.
Es un buen momento para que aparezcan los amigos, ellos serían un buen aliciente para aplacar su insipiente soledad. Error, bastante tiempo atrás había cometido la estupidez de dejarse alienar y así se fue alejando de los afectos de toda la vida; los había cambiado por “amigos comunes”.
Comunes porque los compartían.
Comunes porque lo dejaron solo, jamás recibió una llamada.
Comunes porque creyeron que la parte frágil era la mujer.
Se dice que el tiempo cura las heridas ¡mentira! Sólo las deja latentes, si así fuera la vida sería demasiado fácil.
La única forma que tenía de salir adelante era enfrentando la realidad, pero ya no tenía fuerzas, estaba en el fondo y en ese momento, dando manotazos de ahogado se rindió ante Dios, el todopoderoso al igual que el buen samaritano comenzó a curar sus heridas.
Los soles y lunas fueron transcurriendo, su soledad ya no era tan solitaria, nuevos y fieles amigos se incorporaron a su vida, doy fe que hasta hoy perduran.
Por casualidad o mejor dicho por causalidad de Dios se encontró con uno de esos amigos entrañables, de los que no debió dejar nunca, se dieron otra oportunidad, aunque la relación no es la misma, está, siempre está.
Luego de pasar tantas visicitudes, su vida se fue transformando; conoció a una chica, se casaron y ahora tiene dos hijitas preciosas.
Comprendió que no se casó para toda la vida, sino para cada día, sin poner piloto automático.
Algunos dicen que los recuerdos son sólo nostalgias; pero hay mucho más en ellos, son experiencias vividas, aprendizajes asimilados, son el pasado que nos abren al presente y nos lanzan al futuro y hasta ahora este futuro es promisorio.

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